A diferencia de Trump, los migrantes sí tienen claras sus cuentas fiscales

David Torres

Si hay algo que el inmigrante en este país, cualquiera que sea su estatus, tiene claro desde el principio de su odisea en este espacio geográfico del mundo es, sí o sí, la obligación de pagar y declarar impuestos. No hay escapatoria alguna si se quiere participar y beneficiarse del engranaje económico y de servicios en que está basado este experimento social que llamamos Estados Unidos.

Es, sin lugar a dudas, la principal de las reglas del juego para entender cómo se sostiene el funcionamiento del sistema en que, a pesar de las graves diferencias que persisten en la distribución del ingreso, todos, ricos y pobres, deben participar.

Bueno, a decir verdad, casi todos.

Porque ahora, tras la investigación de The New York Times a las cuentas del presidente Donald Trump, nos percatamos de que quienes deberían predicar con el ejemplo logran esquivar, desde una perspectiva tramposa, esa responsabilidad que creíamos compartida.

Básicamente nos dicen las conclusiones de la investigación del diario neoyorquino que durante casi una década, entre 1985 y 1994, el ahora mandatario evitó el pago de millones de dólares en impuestos y que, contra toda lógica para un empresario que ha presumido de abundancia, lujo y derroche, tuvo pérdidas por más de 1,000 millones de dólares.

El ardid inmediato del presidente, por supuesto, ha sido recurrir a la explicación del “refugio fiscal” que como “táctica normal” tenían derecho a utilizar los promotores inmobiliarios como él en aquella época. Pero si ese iba a ser su “mejor” argumento, ¿por qué no dio a conocer sus declaraciones fiscales como se le pedía y por qué no lo dijo en su momento para evitar las especualciones que, hoy por hoy, se confirman sobre un hombre que se ha burlado de todos en relación con la parte del contrato social con esta nación que le correspondía?

Mucho se ha despotricado desde la Casa Blanca actual contra los inmigrantes, sobre todo los indocumentados, en torno a la supuesta “carga” que representan para Estados Unidos, retórica barata promovida hasta el cansacio e inoculada en ciertos sectores de la sociedad estadounidense. Pero estudio tras estudio ha refutado ese claro ataque a las contribuciones que responsablemente sí hacen las comunidades migrantes.

Por ejemplo, los idocumentados pagaron más de $27 mil millones en impuestos —federal, estatal y local— en 2017, según el estudio realizado por New American Economy, que además reveló que este sector de la población tuvo un poder de compra que rebasó los $200 mil millones.

Asimismo, encontró que los beneficiarios de DACA ganaron más de $23 mil millones y pagaron $2.2 mil millones en impuesto federal y $1.8 mil millones en impuestos estatal y local; en tanto los beneficiarios de TPS pagaron $891 millones en impuesto federal y otros $654 millones en impuestos local y estatal.

Otro estudio realizado por The Institute on Taxation and Economic Policy (ITEP) detalla que, en promedio, los inmigrantes indocumentados entregan al fisco cada año 11.74 mil millones de dólares, pagando un promedio de 8% de sus ingresos, en comparación con solo el 5.4% que paga el 1% más rico de contribuyentes del país, un desbalance más en esta ecuación que francamente ya destila irritación social.

El ITEP añade que los indocumentados también pagan, por supuesto, unos 2.2 mil millones en impuestos estatales sobre la renta y unos 3.6 mil millones en impuestos a la propiedad, dinero que, como lo reportó en su momento Univision, “se utiliza para el financiamiento de escuelas públicas, servicios de salud públicos, recolección de basura, mejoras en carreteras”, entre muchos otros beneficios que, paradójicamente, no pueden usar, “como Seguridad Social o el servicio de salud Medicare”.

En fin, que además del daño directo a los contribuyentes con la reforma fiscal de 2017 firmada por el presidente, tras la cual este año los reembolsos se hicieron polvo, la desmoralización ante el nuevo escándalo presidencial se hace presente. Pero si de dinero se trata, sobre todo el que salpica a Trump y que ha quedado en la nebulosa, las preguntas para la siguiente investigación deberían ser dónde quedó, qué se hizo con él, de dónde provino, quién o quiénes rescataron al ahora mandatario, con qué propósito.

Porque, si se es perspicaz, las cuentas fiscales de los migrantes sí están claras, pero de ese otro lado están más turbias que nunca.

David Torres

David Torres