El primer informe de AMLO, algo raro y preocupante

Por Oscar Müller C.

El hombre alto de calvicie pronunciada, crecidas cejas y patillas que llegaban hasta la parte inferior de su mandíbula, vistiendo un traje gris oscuro bajo cuyo saco lucía la banda presidencial con los colores verde, blanco y rojo y el emblema del águila devorando la serpiente, se presentaba ante el congreso en México para rendir el último informe de su gobierno, el presidente José López Portillo enfrentaba una debacle de la economía del país. Recuerdo claramente lo que me impactó en las decisiones anunciadas ese día.

- Soy responsable del timón, pero no de la tormenta- dijo, tratando de justificar la desproporcionada devaluación de la moneda y el terrible crecimiento de la deuda externa, y, más adelante, anunció la nacionalización de la banca privada de México, lo que a la larga ha acarreado que ese sistema financiero, esté en una gran proporción en manos de capital extranjero ¡una decisión tomada hace ya 37 años y que aún afecta a los bolsillos de todos los mexicanos!

Más adelante, el entonces presidente de México se refirió a los desprotegidos y marginados, y, demostrando un coraje nacido de la frustración o de una excelente actuación, golpeó el pódium con su puño derecho y acto seguido, se limpió lagrimas que bajaban de sus ojos.

Seis años antes cuando tomó protesta como presidente de México, el país se había visto en una situación de devaluación de la moneda similar y López Portillo prometió que defendería el peso mexicano “como un perro”, así que este último informe del entonces presidente ha sido conocido como el de las lágrimas del perro y es, en mi opinión, uno de los mas memorables de los últimos tiempos.

El informe presidencial es una figura creada por el sistema presidencialista de los Estados Unidos y luego adoptado por la gran mayoría de los países que llevan esta misma forma de gobierno, entre ellos México.

Tiene su razón de ser en un concepto muy sencillo: al presidente le es encargada la administración del país, a través del uso de los fondos públicos que se forman con nuestros impuestos y, como todo encargado de la gestión ajena, está obligado a rendir cuentas de lo que se hace con las funciones y los bienes que le han sido encomendados.

Nosotros como ciudadanos de un país, a través del sistema democrático, encargamos a nuestros representantes la gestión de los fondos públicos y de los poderes que hemos delegado al Estado; es aquí donde surge lo que se llama la figura de la representación, pues siendo imposible que el presidente nos haga saber a cada uno en lo personal lo que ha hecho con lo que le entregamos y es por eso que surge la obligación de dar ese informe a quienes nos representan.

Es así como, el resultado de la gestión se rinde ante los representantes que hemos nombrado a través de un sistema de elecciones y, en el caso de México y Estados Unidos, que son países con sistema federal, existen dos tipos de representantes: Los diputados, que deben vigilar por los intereses de los ciudadanos y los senadores, que representan los intereses de cada uno de los Estados que conforman al país.

Por eso, cuando un presidente rinde informe, lo hace ante el congreso, pues ahí se encuentran los representantes de los ciudadanos y, a través de esta figura, el informe se rinde ante el pueblo.

Este 1º de septiembre pasado, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador rindió su primer informe, pero no a través de un discurso expuesto ante un congreso adulador y aplaudidor como solía hacerse, sino que hizo llegar un documento de más de trescientas hojas en el que se desglosa la labor realizada durante este primer año.

En verdad, no es el primer presidente de la época moderna que presenta su informe por escrito y no se aboca a un discurso que busca el halago y la pleitesía, lo que me parece correcto, pero hay algo que llama la atención y lo veo como un mal signo, López Obrador no compareció al congreso, sino que lo hizo Olga Sánchez Cordero quien, luego de un breve discurso de 20 minutos hizo entrega al Congreso del informe de la gestión presidencial.

Pero quien fue nombrado por el pueblo a través del voto, como administrador del país, fue Andrés Manuel López Obrador y la secretaria Sánchez Cordero, no tiene ninguna representación popular.

Dice el dicho que en política “la forma es el fondo” y aquí se han despreciado las formas, no fue el presidente a entregar el informe a quienes representan al pueblo, y mando hacerlo, con el respeto que se merece la secretaria Sánchez, a un subordinado.

El sistema político de México ha sido la causa de que muchos mexicanos hayan tenido que buscar una manera de subsistencia en otros países y, quienes han emigrado, han puesto sus esperanzas en el actual presidente que ha dicho acabará con los intereses creados que a tantos nos han afectado, pero realmente me pregunto ¿si esto se logrará despreciando a las instituciones que si sirven y forman parte de lo poco bueno que hemos logrado crear?

 

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Oscar Müller Creel

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