Con Trump, la ironía está a la orden del día

Maribel Hastings

Un presidente como Donald J. Trump, investigado por posible colusión con Rusia y obstrucción de justicia, que cuenta además con un abogado personal, Michael Cohen, investigado por el FBI y por la fiscalía del Distrito Sur de Nueva York por quién sabe qué delitos criminales, ha intensificado en los pasados días sus ataques para desacreditar a dos exdirectores del FBI: Robert Mueller y James Comey, abogados, uno de ellos ex-Marine, que en conjunto han dedicado sus vidas al servicio público por décadas y décadas y en diversos momentos críticos de la historia de esta nación.

Mueller, el fiscal especial que conduce la pesquisa sobre la posible colusión de la campaña presidencial de Trump con Rusia y la potencial obstrucción de justicia de parte del presidente, sirvió en Vietnam y recibió un Corazón Púrpura y una Estrella de Bronce, entre otras condecoraciones, mientras Trump evadió esa misma guerra alegando tener espolones en los pies. Mueller dirigía el FBI cuando Estados Unidos sufrió los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Independientemente de las opiniones encontradas en torno a Comey, tiene una impresionante carrera que como fiscal involucró el combate al crimen organizado y la mafia. Algunos cuestionan su juicio en ciertas decisiones, pero no su integridad.

A pesar de sus exitosas carreras, de su compromiso con “la ley y el orden” que los republicanos dicen defender, son víctimas de una campaña republicana para asesinar su carácter encabezada por Trump, sus aliados y el Comité Nacional Republicano.

Comey concedió anoche a ABC la primera entrevista sobre su libro, en el que analiza sus interacciones con Trump, el presidente que lo despidió, y que como consecuencia de ese despido provocó la designación de Mueller por el Departamento de Justicia para investigar potencial colusión con Rusia y obstrucción de justicia.

Trump se desató. Le dedicó unas horas al ataque que ordenó contra instalaciones en Siria el viernes, pero retornó de inmediato a los causantes de sus penas, Comey y Mueller, pero en especial Comey, contra quien lanzó una serie de epítetos propios de un guapetón de barrio y no de un presidente.

Su otro bombardeo, el de tuits, supura rabia y denota impotencia y miedo. Demuestra quién es verdaderamente Trump, aunque quienes lo eligieron sabían por quién estaban votando.

Ese personaje impulsivo, impetuoso y sin el más mínimo conocimiento de política internacional o del peso de una guerra es el “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas”.

Es el mismo individuo que ataca a Mueller, a Comey, al FBI, al subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein, quien designó a Mueller, al Departamento de Justicia porque no lo considera una rama independiente del Ejecutivo, sino una institución para su propio servicio y cree que el trabajo del Secretario de Justicia es protegerlo de investigaciones y no de aplicar la ley y la Constitución.

Ese individuo que ordenó el bombardeo contra ciertas instalaciones sirias por “razones humanitarias” tras ver las imágenes del ataque de Bashar Al Asad con armas químicas sobre la población civil, es el mismo que firmó el veto musulmán y que le ha cerrado la puerta a refugiados sirios que huyen de la cruenta guerra civil. Varios reportes señalan que desde octubre de 2017 Estados Unidos solo ha aceptado 44 refugiados sirios, 11 de ellos este año.

Este individuo antiinmigrante con total desdén particularmente hacia los inmigrantes de color y sobre todo si proceden de América Latina o de naciones que ha denominado shitholes, es quien marca el tono y define cómo operan sus agencias migratorias. Ha desatado una guerra sin cuartel contra los inmigrantes invocando la seguridad nacional, pero lanzando una amplia red que no solo atrapa a los malos actores sino a padres, madres y jóvenes trabajadores. La cuestionable conducta de los agentes migratorios que actúan como si viviéramos en un estado policial deriva precisamente de la actitud dictada por Trump, quien incluso desplegó la Guardia Nacional en la frontera para lidiar con una crisis que solo existe en su cabeza.

Desconozco el desenlace de este lamentable espectáculo que es la presidencia de Trump. Solo sé que algunos de los personajes que le hacían coro en los eventos de campaña pidiendo que se encarcelara a Hillary Clinton, han sido acusados o podrían serlo, y ahora rozan con la posibilidad de convertirse ellos mismos en reos. Las ironía es abrumadora.

Y Trump, el mismo que a diario miente sobre cosas grandes y cosas pequeñas, se llena la boca para llamar mentiroso a Comey y para decir que se merece la cárcel. Trump, investigado por colusión y obstrucción de justicia, debería tener cuidado con lo que desea para los demás, porque la ironía está a la orden del día.

Maribel Hastings

Maribel Hastings