Gabriel García Márquez, un escritor enamorado del cine

Gabriel García Márquez amo al cine durante toda la vida, pero no fue capaz de alcanzar con el idioma de las imágenes el mismo éxito que tuvieron sus libros

Novelista de fértil y deslumbrante imaginación, el escritor colombiano Gabriel García Márquez tuvo una compleja relación con el cine a lo largo de toda su vida creativa. Como él siempre lo dijo: “el cine y yo somos como un matrimonio que nunca llego a consolidarse. Todo el tiempo, desde que lo recuerdo, hubo entre nosotros una atracción marcada por el rechazo. Hemos sido igual que las parejas que se aman fatalmente, y sin embargo jamás pueden llegar a estar juntas”. Ese amor que siempre sintió por el cine lo llevo a escribir argumentos para la industria cinematográfica mexicano sobre los que nunca declaro sentirse particularmente orgulloso con los resultados obtenidos.

Quizá por ello, el autor de Cien Años de Soledad, El Otoño del Patriarca, La Hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, nunca quedo satisfecho con las adaptaciones que se hicieron de varios de sus libros y cuentos para la pantalla grande.

En más de una ocasión, García Márquez tuvo la oportunidad de comentar que había escrito sus obras de tal forma que resultara materialmente imposible transportarlas al lenguaje de las imágenes. Por ese motivo no se entusiasmaba mucho cuando su agente literario lo llamaba para avisarle que un famoso productor de cine había comprado los derechos de una de sus novelas para hacerla película.

¨La manera en que una película es capaz de hablarle al público es directa y contundente -aseguraba García Márquez- y no admite espacio para la ensoñación y otras actividades del inconsciente humano. El principal poder del cine, especialmente el estadounidense, se encuentra en la fuerza dramática y la concepción visual de sus imágenes. Sin embargo, también son esas sus principales limitaciones. Las palabras, en cambio, penetran dentro del cerebro de los lectores, y su sensibilidad las transforma en material de sueños y fantasías donde todo, absolutamente todo, puede suceder. Hasta cosas maravillosas e imposibles, que jamás podrá crear el cine. Tales como el milagroso hecho que experimenta Remedios, en Cien Años de Soledad, al ir elevándose hacia el cielo entre nubes de mariposas amarillas¨.

Pero aunque pensaba de tal forma, García Márquez también reconocía las virtudes que tiene el cine sobre la literatura. Y de todas ellas acostumbraba destacar dos: su capacidad para atraer la atención de millones de personas y la facilidad de comunicarse con cualquier clase de público, independientemente de cual sea su origen étnico-racial, nivel educativo, formación ideológica y lenguaje.

Por lo anterior, y siempre que podía hacerlo, le recomendaba a otros narradores latinoamericanos de su misma generación, y también a otros más jóvenes, que trataran de aplicar la narrativa cinematográfica desarrollada por los realizadores norteamericanos en la creación de novelas y otros textos de ficción.

¨El día que podamos alcanzar ese objetivo nuestras historias serán conocidas por millones de lectores, dentro y fuera de América Latina -aseguraba García Márquez- de tal modo que cuando sean transformadas en películas podremos ser capaces de conquistar con ellas el gusto de la sociedad de América del Norte. Hasta ahora lo hemos ido haciendo gradualmente, por medio del arte, la comida, la música y otras manifestaciones culturales. Con el apoyo del cine ese proceso terminara por consolidarse en poco tiempo.  Por ahora me siento feliz de saber que sigo siendo un escritor que vive enamorado del cine, aunque este no corresponda a mi amor por completo, ni con la pasión, ni con el éxito, ni con la intensidad que yo hubiese querido¨.

Juan Rodríguez Flores

Juan Rodríguez Flores