Doha, 23 nov (EFE).- Un 10 de septiembre de 2017, Charly Rodríguez, un chico mexicano de 20 años, aterrizó en España, se dirigió a Toledo y pisó por primera vez el Salto del Caballo. Cinco años después, este chaval tímido y discreto, que venía a hacer un “Erasmus” futbolístico a la ciudad imperial y a foguearse en el filial del Toledo, debuta en un Mundial de la mano de la México del ‘Tata’ Martino.
“Sabíamos que era un diamante en bruto”, recuerda Antonio Dorado, jefe de prensa del Toledo. “Cuando le vimos en los primeros partidos sí se le veía que tenía algo diferente, quería el balón, se mostraba, le gustaba tener ese dominio pese a no ser un jugador físicamente muy fuerte, pero ocupaba mucho espacio”, añade, rememorando a uno de los integrantes de aquella última plantilla que disfrutó en Segunda División B.
Charly aterrizó en Toledo gracias a un acuerdo de colaboración que el Toledo tenía con clubes mexicanos. Esto lo posibilitó el entonces dueño del equipo, el empresario Jorge Berlanga, representante de Memo Ochoa, entre otros.
Después de que la primera incursión mexicana la protagonizara Israel Castro en 2016, en la temporada 2017/2018, Charly Rodríguez se trasladó a Toledo junto a su compañero Obed Esaú.
“El objetivo era traer a jóvenes talentos mexicanos a Europa para que se comenzaran a foguear”, apuntan desde el club.
El Toledo les facilitó una vivienda en el casco histórico de Toledo, casa que Obed y Charly compartían, para hacer más sencilla la adaptación, y Monterrey, su equipo de entonces, les costeaba la manutención mensual.
Sin embargo, ni Obed ni Charly llegaban para debutar inmediatamente con el Toledo, que por entonces militaba en Segunda B, con equipos como el Castilla, la Ponferradina, el Racing de Ferrol y el Fuenlabrada. La misma semana de su traslado a Toledo, Charly debutó con el filial contra Hogar Alcarreño, en Guadalajara, y unos días después disputó su segundo partido, contra el Illescas, en el Anexo del Salto del Caballo.
“Tenía muy buena punta de velocidad, muy buen golpeo y marcó algún gol desde fuera del área. Se le veían detalles de calidad diferenciales, Sabíamos que era un diamante en bruto”, aporta Dorado, que recuerda que aquella primera actuación de un Charly que llegó con la temporada empezada, le valió para hacerse un hueco en los ojos de Onésimo Sánchez.
El mito de la gambeta, en aquella época técnico del Toledo, no tardó en incorporarle a la dinámica del primer equipo.
“El primer partido que juega con el Toledo es contra el filial del Atlético de Madrid, hace muy buen encuentro y a partir de ahí Onésimo lo deja en la plantilla como fijo”.
Llegó a disputar 30 partidos con el conjunto verde, pero no pudo evitar el desastre de final de temporada. El Toledo, un equipo que venía de jugar el ‘playoff’ la campaña anterior, descendió a Tercera División, y Charly volvió a Monterrey.
“Su estancia en Toledo no tenía fecha de expiración, no estaba claro si seguirían o no. En el caso de Obed, a la temporada siguiente volvió. Pero es que el descenso marcó mucho. Hizo que volviera a Mexíco, empezó la pretemporada con Monterrey y se quedó allí. Si el equipo se hubiera mantenido, una de las posibilidades es que siguiera una temporada más. Los jugadores llegaban aquí, si estaban a gusto, podían seguir”, sostiene Dorado, que años después es capaz de hacer una buena radiografía de cómo era Charly.
“Le recuerdo como un chico muy tímido. Cuando llegaron Obed y él eran como la antítesis. Obed era más espabilado, más echado para adelante, con más iniciativa. Charly era un jugador más tímido, no hablaba mucho, pero con el tiempo se fue soltando y al final en la confianza y en el día a día poco a poco era mas animado”.
“Mi recuerdo es que era muy buen chaval muy noble. Es una persona muy discreta, no quería llamar mucho la atención”.
Cinco años después, ya asentado en la Liga Mexicana, donde juega en Cruz Azul, Charly Rodríguez debutó en su primer Mundial, jugando los 20 minutos finales contra Arabia Saudí. Un momento con el que soñaba en su etapa en Toledo, pero que quedaba muy lejos del Salto del Caballo, ese estadio en cuyo horizonte está la Catedral y el Alcázar, no la Copa del Mundo.
“Sigo hablando con él”, dice Dorado. “Cuando debuta o marca algún gol le escribimos, es una persona muy cercana. Le recordamos con mucho cariño. En momentos delicados del club siempre ha estado al lado del Toledo. Él guarda un buen recuerdo del club y de la ciudad”. Manuel Sánchez Gómez Info. Prensa Mexicana