Ciudad de México, 29 oct (EFE).- Las almas de los difuntos están a punto de regresar desde el más allá y la Ciudad de México ya se prepara para recibirlas con bellas ofrendas y cráneos que engalanan sus espacios públicos con motivo del Día de Muertos, la festividad mexicana más universal.
“Todas las ofrendas se me hacen una cosa preciosa y maravillosa. Es una linda tradición que no debemos perder nunca y es algo que debemos inculcar a los niños”, dijo este viernes a Efe Magdalena, una contadora fascinada por las obras de arte que decoran la ciudad durante estas fechas.
DE LA PANDEMIA A TENOCHTITLAN
Y es que, como cada año, los espacios públicos de la capital se llenaron de ofrendas en vísperas del Día de Muertos, esos altares que se dedican a los difuntos para que sus almas puedan regresar al mundo de los vivos y estar con sus familias durante los días 1 y 2 de noviembre.
Muchas suelen estar vinculadas a la actualidad, como los altares instalados en la Plaza Tolsá del centro capitalino, dedicados a los casi 300.000 fallecidos que ha dejado la pandemia de la covid-19 en México.
Estas obras están adornadas con velas, las tradicionales y coloridas calaveras, y las flores de cempasúchil, que con su intenso color naranja se encargan de guiar a las almas de los muertos.
Magdalena, que cada año pone una gran ofrenda en su casa, recordó que en un altar jamás pueden faltar “los gustos de los difuntos” para que los puedan volver a degustar durante su visita. En el suyo, siempre pone los postres que sus abuelos adoraban.
Durante los próximos días, la céntrica plaza del Zócalo albergará una gran ofrenda dedicada a los pueblos indígenas, mientras que muchos museos también preparan la suya, como el Dolores Olmedo, que dedicó su tradicional altar a los héroes de la independencia mexicana, consumada hace 200 años.
La de la Universidad del Claustro de Sor Juana se remonta mucho más allá, al 1521, pues está dedicada a la capital mexica de Tenochtitlan (actual Ciudad de México), caída hace 500 años a manos de los conquistadores españoles liderados por Hernán Cortés.
El escultor Antonio López quiso “dar un poco de luz a pesar de la tragedia” de este episodio histórico con una majestuosa obra que reinterpreta el mito fundacional de la ciudad azteca, en el que un águila se comió una serpiente encima de un cactus de nopal.
Justamente, el Día de Muertos, la celebración más conocida fuera de las fronteras mexicanas, nace de la sincrética relación entre la visión prehispánica de la muerte y las costumbres católicas.
ENTRE PAN Y CALAVERAS
La festividad no sería la misma sin el protagonismo de las calaveras, los esqueletos y las catrinas (mujeres calavéricas), mucho más alegres y burlonas que las del tétrico Halloween.
En pleno Paseo de la Reforma, una conocida marca de perfumes levantó una imponente calavera de ocho metros de altura, rodeada de 200 cráneos de barro y centenares de plantas de cempasúchil, que se ha convertido en un codiciado escenario para las selfis.
De su interior, donde una ofrenda rinde tributo a los alfareros mexicanos, salieron fascinadas Andrea y su hija Ximena, ambas con el rostro caracterizado de catrina y la cabeza adornada con flores.
“Celebramos la muerte, hacemos ofrendas para nuestros muertos. Es una tradición muy bonita”, explicó la madre, en cuyo altar nunca puede faltar el pan de muerto.
Precisamente en el centro de Ciudad de México se puso en marcha una feria dedicada a este bizcocho que representa la forma de los huesos y es tradicional en el Día de Muertos. Aunque también se reinventa.
“Queremos que las nuevas generaciones no pierdan la tradición y hacemos muchos rellenos para que puedan atraer, como crema de avellana, chocolate, zarzamora, nata…”, explicó Laura, trabajadora de una panadería artesanal dedicada a este bocado, que da un sabor algo más dulce a la muerte. Info, Prensa Mexicana