Tribulaciones

Pedir disculpa es un acto que implica el reconocimiento de que algo no funcionó como debiera por conducta u omisión propia y se solicita a quien se haya afectado no realice juicio fuerte sobre esta circunstancia. Así que hoy utilizo este medio para expresar mi mea culpa.

Le he fallado a mis pocos, pero apreciados lectores en la continuidad de mis artículos, lo que ha estado mal, pero (siempre es necesario el “pero” en la disculpa, para atenuar la culpa) esto ha obedecido a circunstancias extraordinarias que se me han presentado y que procedo a explicar.

Mi esposa y yo hemos vivido una vida plena, en la que creamos tres extraordinarias hijas, durante 35 años en una casa de dos pisos a la que, con los años fuimos agregando cuartos y espacios hasta que llegó a ser grande como era necesario para la familia, pero también incómoda; así que ahora que nuestras hijas están viviendo sus propias vidas, esa casa ya no era confortable para dos personas mayores que tenían que subir escaleras y trasladarse de un cuarto a otro y, en cierta medida, ya representaba un peligro y en un futuro, espero todavía lejano, hubiese representado un verdadero problema si alguno de nosotros sufría alguna lesión o enfermedad que requiriese ayuda para su movilidad.

Así que luego de esas reflexiones y otras también conducentes, decidimos, no sin cierta nostalgia, vender esa propiedad y comprar otra mas pequeña que se adecuase mas a nuestra circunstancia actual e iniciamos el viacrucis, buscar la casa idónea, vender la nuestra, empacar algunas de nuestras pertenencias, mientras nos deshacíamos de otras y luego de dos semanas, dejamos el que hubiese sido el hogar familiar y nos hospedamos unos días en casa de mi hija, donde fuimos recibidos por ella y mi yerno con el cariño a que nos tienen acostumbrados.

Por fin hace ya dos semanas venimos a vivir a esta casa, una de las primeras cosas que hice fue buscar que opciones de proveedores de internet hay en mi nuevo barrio y me encontré una desagradable sorpresa: solo existe servicio de la compañía Teléfonos de México, S.A.B. de C.V., la que conocemos como TELMEX, que nos otra la que durante décadas fue la única compañía que daba servicio de telefonía en todo México, pues era una empresa propiedad del Estado y por consecuencia con la espantosa administración de este tipo de entidades.

TELMEX se vino a privatizar en la época de Carlos Salinas a principios de los noventa, en su momento consideré que esto haría que funcionaría con la eficiencia de una empresa privada; pero no sucedió así – supongo que ha sido muy difícil desarraigar los vicios del pasado -. Una circunstancia esencial fue que era un monopolio y si es solo una empresa la que presta el servicio, tiene clientela cautiva y poco le ha de importar si sus clientes se quejan de mal servicio o fallas en la comunicación.

Así que siempre busque contratar con proveedores distintos a esa empresa, pero en ocasiones y debido a ese monopolio, no me quedaba otra mas que apechugar el disgusto de contratar los servicios de TELMEX y ahora me encuentro en las mismas.

Contraté el servicio el día 23 y en la boleta que me dieron dice claramente “en breve nos comunicaremos contigo para programar tú instalación”. luego de 3 días sin noticias, decidí hablar al número que proporcionaron y después de varios intentos en los que había que escuchar una letanía de opciones que pulsar y largas esperas fui atendido y me confirmaron que la instalación se realizaría el 29 de marzo, día que tuve que abandonar obligaciones y pendientes que hacer para estar a la espera de los técnicos que nunca llegaron.

Otra vez el viacrucis de opciones y esperas que implicaron cuatro llamadas, tres de las cuales me decían que estaban atendiendo y después de una espera de 15 o 20 minutos, me encontraba con la desagradable sorpresa que me dejaban colgado en la línea; por fin fui atendido, y la empleada, con una actitud de ¡es lo que hay y te aguantas! Me dijo que la compañía tenía mucho trabajo por el área y que solo estaban disponibles tales días y horas, soporté pacientemente la soberbia de quien se marea en el ladrillo y escogí una fecha, el martes 6 de abril.

Hasta ahí el “pero” que trata de explicar, aunque no justificar el porque he estado fuera por varias semanas y la necesidad de la disculpa que someto a su criterio.

Pasando a otra cosa, les comento que, a través de mi teléfono móvil, me llegó un pensamiento que considero muy cierto y deseo compartir con ustedes:

Trata de un profesor universitario de economía que por primera vez en su carrera atribuyó calificación reprobatoria a todo el grupo. Resulta que los estudiantes le alegaban que el socialismo es la mejor forma de acabar con la desigualdad, pues si el gobierno intervenía en la distribución de la riqueza no habría ricos y todos tendrían lo justo.

El profesor les propuso un experimento, distribuir las calificaciones promediándolas. Así el primer examen todos tuvieron como calificación un 7; los malos estudiantes recibieron esa nota con gusto, pero quienes se habían esforzado estudiando y preparándose se molestaron.

Para el siguiente examen, los estudiantes flojos decidieron que no valía la pena esforzarse, dado que su calificación se vería beneficiada aquellos que se aplicaban; pero los buenos estudiantes estaban desanimados y estudiaron menos, por lo que el grupo completo obtuvo una calificación común de 4 y en la siguiente prueba la calificación fue de 1.

El disgusto de los alumnos llevó a fricciones en el grupo y a roces verbales que implicaban insultos y desunión, la búsqueda de la justicia socialista había llevado a eso.

Así, cuando el esfuerzo individual no se ve premiado y cuando el que no se esfuerza recibe premio no merecido, la sociedad esta destinada al fracaso y esto se aplica también al nivel empresa, si esta conserva el monopolio de su actividad, poco le ha de importar el esforzarse para dar un buen servicio.

Oscar Müller Creel

Oscar Müller Creel