Las obras de la corrupción

Este país de África tiene uno de los territorios agrícolas más grandes y fértiles del continente, pero en ese tiempo se encontraba improductivo, pues a los agricultores de poco les servía producir si las cosechas se echarían a perder, dado que no había manera de transportarlas desde esa región a las zonas de mercado.

Intervino el Fondo Monetario internacional y otorgó un préstamo al gobierno, para que se construyese una carretera que permitiría el transporte de los productos. La obra fue supervisada por agentes del gobierno y del FMI y así se logró una carretera bien construida, que permitió hacer crecer la producción agrícola y llevar los alimentos a distintas zonas del país.

El chofer de ese camión de carga guiaba con mucho cuidado, los baches eran tan grandes que continuamente tenía que reducir la velocidad al ritmo de un peatón y, en ocasiones, prefería salirse de la carretera para conducir por la terracería, de tan dañada que se encontraba aquella. En un principio las cosas habían ido bien y durante unos cuantos años, su trabajo transportando los productos agrícolas por esa carretera, había sido más beneficioso de lo que esperaba, pues el y muchos otros de los transportistas, cargaban sus camiones con más peso del permitido, sin tener otra consecuencia que dar una pequeña propina a los encargados de la vigilancia que, así se hacían de la vista gorda.

Transparencia Internacional, nos relata que la experiencia en este caso fue desastrosa a pesar de los esfuerzos del gobierno y el organismo internacional para evitar la corrupción en la construcción del camino, nunca pudieron prever que los sobornos vendrían después encarnados en las autoridades encargadas de vigilancia y los transportistas.

Después de unos cuantos años de progreso y bienestar todo se vino al traste la región quedó incomunicada de nuevo y los agricultores tuvieron que reducir drásticamente su producción; los transportistas se vieron sin trabajo y con los camiones inutilizados por el abuso y ya no hay quienes vigilen una carretera por la que nadie circula.

Cuando construyeron el metro en la ciudad de México, en 1969, el fantástico compositor Chava Flores, compuso una canción que decía, más o menos, así: “…voy en el metro que es grandote rapidote y fuertesote, que deferencia del camión de mi compadre Filemón, que va al panteón…”. El sistema de transporte colectivo representaba un gran avance para la modernización de esa gran urbe y se pregonaba con entusiasmo.

Claro que ese sistema tuvo que irse ampliando conforme la ciudad iba creciendo y así se llegó a la línea 12; inaugurada el 30 de octubre de 2012 por el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México Marcelo Ebrad Causaubón y el presidente Felipe Calderón, este último, en la ceremonia, mencionó “…estoy convencido del enorme impacto social y económico de esta ampliación del Metro…”, y sus palabras fueron proféticas.

Desde un inicio la obra se caracterizó por presentar graves problemas en su estructura, a 16 meses de iniciar operaciones, se tuvo que suspender el servicio pues se encontraron graves fallas estructurales en las partes elevadas; en un informe elaborado por dos empresas francesas se concluyó que hubo errores de diseño, construcción y mantenimiento, de tal magnitud que la línea tuvo que permanecer inactiva hasta septiembre de 2015, en que fue reabierta la primera parte.

A raíz del terremoto en la Ciudad de México en septiembre de 2017, de nueva cuenta, hubo que suspender el funcionamiento de la línea 12 ,que fue rehabilitada poco a poco.

El 3 de mayo de 2021, sucedió la tragedia que conocemos y, las falsas muestras de indignación de los políticos en turno, no se hicieron esperar, acompañadas del compromiso de contratar una empresa independiente que emitiera un dictamen y así, con nuestro dinero, Det Norske Veritas, empresa noruega de prestigio internacional, inició las investigaciones y presentó dos de tres informes sobre el conflicto, el tercero lo rechazó el gobierno de la ciudad de México, sin haber dado a conocer su contenido, pero trata sobre el mantenimiento y las deficiencias, durante el actual gobierno.

¡Nombres, nombres! diríamos algunos sedientos de sangre de políticos, por lo que hay que calmar esa sed y aquí están: Miguel Ángel Mancera, en su momento, solicitó el dictamen de la empresa francesa y lo hizo público pues exhibía ineficiencia y probable corrupción, de su antecesor Marcelo Ebrad; Claudia Sheinbaum exhibió las dos primeras entregas de su dictamen, porque perjudican a sus antecesores y rivales políticos.

Así que ahora Sheinbaum cuando conoce el tercer informe del desastre en el metro, que menciona lo referente al mantenimiento y supervisión del tramo vial en el actual gobierno, no lo ha dado a conocer y no lo ha aceptado, porque, causalmente, se dio cuenta que la empresa, que en un principio elogió, es ahora tendenciosa, corrupta y neoliberal.

¡Ah, como les gustan esas palabras a los nuevos políticos mexicanos, como también aquel refrán que reza: el que nada debe, nada teme! ¿O son los viejos?

En este caso si acertó Calderón. ¡Qué gran impacto social y económico ha representado para la vida, salud e impuestos de los mexicanos, esa malograda línea 12 del Metro, que exuda muerte, corrupción e ineficiencia en cada centímetro de su recorrido!

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Oscar Müller Creel

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