Éste es el ruidoso legado de Paul Allen a Seattle

El fallecido dueño de los Halcones Marinos de Seattle quiso construir al equipo un estadio con un sello especial: ser el más estridente

Ciudad de México 18/10/2018.-Cuando en febrero de 1996 Paul Allen, el afamado cofundador de Microsoft, fue buscado por un comité de ciudadanos y legisladores de Seattle para pedirle que comprara a los Halcones Marinos, una de las condiciones del exitoso empresario y filántropo fue que se aprobara un presupuesto para financiar, con dinero público y privado, un nuevo estadio.

Con el Kingdome -casa del equipo hasta ese momento- urgido de mantenimiento, Allen acordó junto con las autoridades repartir el costo de la construcción.

Así, 300 millones de dólares serían financiados con los impuestos locales, mientras que Allen aportaría 130 mdd más, además de asumir el liderazgo del proyecto arquitectónico.

Fue entonces que se inició la construcción del CenturyLink Field, un estadio que Allen deseaba que tuviera un toque personal, el cual emulara los años de su infancia en los que, acompañado de su padre, asistía a los juegos de la NCAA de los Huskies, de la universidad de Washington.

Allen no era un gran aficionado al futbol americano, pero le encantaba el ambiente y, sobre todo, el escándalo que la muchedumbre provocaba en esos juegos.

El también dueño de los Blazers de Portland de la NBA le pidió al arquitecto Ellerbe Becket que tomara la batuta de la edificación. Entre ambos acordaron que tres factores serían fundamentales para convertir al “nuevo nido” en el estadio más ruidoso de la NFL: el diseño del techo, la cercanía de las gradas respecto al campo y los materiales de la construcción.

El anhelo de Allen fue un éxito. El 17 de septiembre de 2013, los asistentes al partido contra los 49ers de San Francisco impusieron un nuevo récord Guinness de ruido en un estadio, con 136.6 decibeles, rompiendo la marca de 131.76 alcanzados en un juego de la Liga turca de futbol entre el Galatasaray y el Fenerbahce.

Poco tiempo después, el 4 de diciembre de 2013, los aficionados saltaron tanto durante el encuentro contra los Santos de Nueva Orleans, que la Red Sísmica del Noroeste del Pacífico de Estados Unidos detectó vibraciones clasificadas entre uno y dos grados en la escala de Richter.

AGENCIA EL FINANCIERO